sábado, 27 de noviembre de 2010

V for Vendetta a la colombiana

Si dentro de la misma película se van atando algunos cabos que permiten comprenderla, se puede relacionar con nuestro contexto, específicamente con los últimos ocho años de nuestra historia. Álvaro Uribe Vélez y todo el fenómeno que se desprende de su particular gobierno puede ser analizado con esta película. Si bien algunas de las prácticas de Uribe distan de las de Adam Sutler, ambos tienen algo en común: el poder y el deseo por mantenerlo. Esto incluye las formas de hacer presencia constante, bien sea manipulando los medios, tergiversando la información o creando unos enemigos que muchas veces no existen. En el caso colombiano Uribe represento perfectamente la imagen del caudillo populista o líder paternalista que pretendía estar en toda parte.



Los famosos consejos comunales de gobierno donde regañaba a diestra y siniestra la incompetencia de sus ministros o se mostraba como el que tenía el control de la situación con su tono de voz parsimonioso, ataviado con cualquier traje típico de la región que visitaba y poniendo en manos de Dios el destino del país, o el del mismo incluso, porque al fin y al cabo Dios y la Patria van primero guardan similitud con las grandes pantallas en las calles de Londres donde el Sutler o sus ideólogos emitían sus discursos. La oposición, o las personas que no compartían su forma de hacer política quedaban relegadas a la condición de parias o de terroristas, los medios de comunicación informaban con bombos y platillos los logros del gobierno de turno y sus errores, si acaso mencionados, eran considerados como hechos aislados.




Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia

Hay un elemento de la película que se relaciona con nuestra realidad y es como se accede al poder. Si bien el totalitario Adam Sutler llego al mando aprovechándose del miedo de la gente provocado por la peste biológica que el mismo provoco, Uribe se convirtió en el nuevo residente de la casa de Nariño, aun cuando algunos mantenían sus reservas hacia él, valiéndose también de una situación que afectaba al país en muchos aspectos. En el 2002, año en que inicia su primer mandato, los diálogos entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC fracasan, el país ve impotente como la guerrilla se adueña de territorios a la vez que se vale del terrorismo para generar caos y retar al Estado e incluso a la misma población. Ante esta situación, alimentada por una fuerte crisis económica, Álvaro Uribe gana las urnas y de ahí en adelante, dos mandatos a la postre, movió todo su discurso en “esos bandidos de la FARC” como si ese hubiera sido el único problema de los muchos que tenía el país. Pero en el arte colombiano de hacer política las meras soluciones inmediatas, entre esas la guerra, son las que generan más logros que las que se planean a futuro.




La silla vacia, el fracaso de las negociaciones con las FARC; asi como el rechaso de la poblacion hacia este grupo terrorista fueron los factores que permitieron la llegada de Alvaro Uribe Velz al poder.

Puede que a Sutler y Uribe los separen algunos aspectos triviales pero disientes. Seguramente Sutler bebía Whisky y pasaba su tiempo libre cazando zorros o jugando el criquet en su chalet como un buen británico y para Uribe, que tanto trabajaba, trabajaba y trabajaba, el tiempo libre le parecía una desfachatez aunque seguramente de vez en cuando se tomaba unos aguardienticos y montaba caballo en su Ubérrimo o hacia sesiones de yoga para relajar esa carnita y esos huesitos que tanto le dolían después de bravuconear de frente o por teléfono, aunque de eso se encargaba el DAS y en eso si que era experto, a magistrados, periodistas, estudiantes, sindicalistas, defensores de derechos humanos y hasta sus vecinos. Pero hay algo que si no es trivial, por el contrario tiene algo de perverso, y es el deseo del poder y la imagen que crean de sí mismos como hombres excepcionales que asumen el control así los medios para hacerlo no sean los más loables.

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